Hace escasamente unos días que regresé de Cuba donde ofrecí un concierto en La Habana. Allí he tenido un estrecho contacto con la comunidad vasca y agentes sociales, deportivos y culturales cubanos. Gracias a este primer viaje no sólo he conocido la vida cubana en sus diferentes vertientes sino también parte de la huella que dejaron los vascos tres siglos atrás. Esta experiencia la quiero compartir comenzando con este artículo basado en un escrito de Renato García Eguzkiza (en la imagen), presidente del Centro Vasco-Navarro de Beneficiencia.
La presencia vasca en Cuba nunca fue numerosa pero sí determinante. En estos tres últimos siglos los vascos pisaron tierra cubana en calidad de militares, funcionarios coloniales y eclesiásticos, pilotos y marinos, corsarios, piratas y traficantes como Jaques el Olonés o Arostegi (clave en la fundación en 1740 de la Real Compañía de Comercio de La Habana en 1740); el Capitán General De Las Casas y Arangorri (fundador de la Real Sociedad de Amigos del País en la Isla); el Obispo de La Habana, Espada y Landa, un alavés que impulsó la modernización en la educación, las obras sociales, la construcción como el Templete de la Plaza de Armas o la formación de toda una generación de científicos, pensadores y escritores. Pero también los vascos fueron esclavistas, la otra cara de la moneda, explotando cafetales como los hermanos Soroa o la producción azucarera con la trata de esclavos como los Zulueta, Calvo o Apeiztegia.
Aunque no todos los vascos residentes en la Isla tenían una buena posición económica o social sí gozaban de los privilegios de la colonia. Su posición en las contiendas independentistas era favor de una Cuba española, plasmada en el semanario Laurac-Bat editado en La Habana. Incluso los nombres indicados serán los máximos representantes del integrismo y del partido español. Pero esto no impidió que algunos de los vascos tomasen parte en la gesta libertadora; José Martí señala en su diario «la presencia de un asturiano y un vizcaíno» en el primer campamento del Ejército Libertador que encontró, o la detención en Cienfuegos del “bizkaino” Felipe Egozan miembro de las fuerzas independentistas, en 1897, por citar dos casos. Además hay que subrayar que la guerra de 1895 a 1898 fue la primera donde los soldados vascos sirvieron oficialmente en el servicio militar obligatorio, lo cual ha dejado importantes huellas en la literatura popular cubana.
En medio de transformaciones y de los conflictos bélicos que condujeron a la independencia en 1902, la comunidad vasca en Cuba consiguió agruparse y mantener vivas las relaciones entre ellos desde mediados del siglo XIX hasta 1959, con los lógicos altibajos. En 1877 se funda la Sociedad de Beneficencia Vasco-Navarra, la Sociedad Euskara o el semanario Laurac-Bat; Ulacia y Jesús Sarría fueron dos importantes figuras de la cultura y del nacionalismo vasco; el Palacio de los Gritos, edificio que aún sobrevive en Centro Habana, fue uno de los frontones más importantes del mundo durante la primera mitad del siglo XX; curas y frailes vascos fueron en momentos una verdadera legión, creando el Orfeón Vasco de La Habana. Además, los vascos de la zona de Hasparren tuvieron una activa presencia en la zona del Oriente desde fines del XIX hasta los años 1950 como curtidores y zapateros, como descubrió no hace mucho el investigador Beñat Cuburu-Ithorotz.